jueves, 23 de enero de 2014

Los hambrientos (Mann)

... Ahora estaban bailando. Las representaciones en el escenario habían terminado. La orquesta tocaba con brío. En la pulimentada pista las parejas resbalaban, rodaban y se balanceaban. Y Lilli bailaba con el pequeño pintor. ¡Cuán graciosa era su cabecita surgiendo, como flor de su cáliz, del almidonado cuello bordado de plata! Con paso pausado y elástico se movían dando vueltas alrededor de un mismo espacio estrecho; el rostro de él estaba vuelto hacia el de ella, y sonriendo, entregados con contenida devoción a la dulce trivialidad del ritmo, seguían su conversación.

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