viernes, 24 de enero de 2014

Madame Bovary, VI (primera parte)

(...) Si su infancia hubiera transcurrido en la trastienda de algún barrio comercial, tal vez se hubiera entregado a los abandonos líricos de la naturaleza, que por lo general nos llegan a través de las transcripciones de los escritores. Pero conocía demasiado bien el campo: conocía el balido de los rebaños, los ordeños y los arados. Habituada a los aspectos calmos, se inclinaba hacia los accidentados. Amaba el mar por sus tempestades y la verdura únicamente cuando crecía entre las ruinas. Necesitaba sacar de las cosas una especie de provecho personal y descartaba como inútil todo lo que no contribuía a la inmediata consumación de su corazón, puesto que su temperamento era más sentimental que artístico y buscaba emociones en vez de paisajes.

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