jueves, 23 de enero de 2014

Narciso y Goldmundo, Capítulo VII

(...) Observaba las hojillas de la pequeña planta y reparaba en la manera bella y notablemente inteligente como estaban dispuestas en torno al tallo. Hermosos eran los versos de Virgilio y a él le placían en extremo; pero Virgilio tenía muchos versos que, en punto a pureza y sabiduría, hermosura y sentido, no valían ni la mitad de lo que aquella ordenación en espiral de las menudas hojillas subiendo por el tallo. ¡Qué placer, qué dicha, qué tarea encantadora, noble, trascendental sería para un hombre el crear una de estas flores! Pero nadie era capaz de tal empeño, ni héroe ni emperador, ni papa ni santo.

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