El invierno ha cesado: la luz es tibia
y danza del sol al firmamento claro.
Es menester que el corazón más triste ceda
a la inmensa alegría dispersa en el aire.
Incluso este París fastidioso y enfermo
parece acoger a los jóvenes soles,
y como por un inmenso abrazo
tiende los mil brazos de sus tejados colorados.
Tengo desde hace un año la primavera en el alma
y el verde retorno del dulce floreal,
igual que una llama rodea a una llama,
pone ideal sobre mi ideal.
El cielo azul prolonga, eleva y corona
el inmutable azul donde ríe mi amor.
La estación es bella y mi parte es buena
y todas mis esperanzas tienen al fin su vez.
¡Que venga el verano! ¡Que vengan de nuevo
el otoño y el invierno! ¡Y cada estación
me será encantadora, ¡oh Tú!, que decoras
esta fantasía y esta razón!
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