sábado, 24 de mayo de 2014

La montaña mágica; Capítulo VI, Cambios

"¡Qué cosa más dulce para la mirada aquel verde de los pastos después del blanco infinito! Había, además, otro verde que sobrepasaba en delicadeza y en graciosa blancura al verde de la hierba nueva. Eran los haces de agujas de los alerces. Hans Castorp, en sus paseos reglamentarios, no dejaba de acariciarlos con la mano y de rozar contra ellos su mejilla, pues eran irresistiblemente acariciadores con su frescura y su delicadeza.
 -Dan ganas de hacerse botánico -dijo el joven a su compañero-; uno se siente tentado por esa ciencia solamente por el placer que se experimenta en ese despertar de la naturaleza, después del invierno pasado en estas regiones. Eso que ves al final de la vertiente es genciana y eso es una familia de las ranunculáceas, según creo bisexuales. Mira, aquí hay un grupo de estambres y algunos ovarios, un androceo y un gineceo, según creo recordar. Me parece que acabaré comprándome libros de botánica para instruirme un poco mejor en esa región de la vida y de la ciencia. ¡Qué policroma se vuelve de pronto la vida!"

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