sábado, 26 de julio de 2014

Asfódelos

Odisea (Homero)

Canto XI
Canto XXIV, Segunda invocación a los muertos.

Las piedras de Ariadna (Albert Camus, 1939)

"(...) Pero Orán tiene también sus desiertos de arena: playas salvajes a unos veinte kilómetros de la ciudad. Antes de llegar a ellas se encuentran otras, muy cerca de los puertos, pero únicamente solitarias en invierno y en primavera. Son entonces planicies cubiertas de asfódelos, pobladas de pequeñas villas desnudas, en medio de las flores. El mar gruñe un poco, más abajo. Pero el sol, el viento ligero, la blancura de los asfódelos, el azul ya crudo del cielo, todo permite imaginar el verano, la juventud dorada que cubre entonces la playa, las largas horas sobre la arena y la dulzura súbita de las tardes. Cada año, en esas orillas, hay una nueva cosecha de mujeres-flores. Aparentemente tienen una sola estación. Al año siguiente, otras corolas ardientes, que el año anterior era aún chiquillas de cuerpos duros como brotes, las reemplazan. A las once de la mañana. toda esa carne joven, apenas vestida con telas abigarradas, bajando de la meseta, rompe sobre la arena como una ola multicolor."

Almas de flores (Elizabeth Barrett Browning)

Nos quedamos contigo, rezagadas,
las últimas de aquella muchedumbre,
como voz de quien canta
y sus propias canciones le enamoran.
Somos perfume y alma
de la flor y el capullo.
Tus pensamientos nos llevamos, cuando
nuestro aliento respiras,
hacia los amarantos de esplendores,
que en las colinas arden,
hacia tiernas campanas de los lirios
y grises heliotropos;
hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan
tal aliento de sueño y tal sonrojo,
que, al cruzarlas, los ángeles
habrán de parecerte más blancos todavía;
hacia el sesgo del río, de ajo silvestre orlado,
donde te solazaste un día entero,
hasta que tu sonrisa trocábase en devota
y el rezo florecía;
hacia la rosa oculta en el boscaje,
que vertía sus gotas de rocío en tu sueño;
y hacia aquellos asfódelos floridos
donde tu paso hundiste.
Tiramos de tu ropa
y tu pelo alisamos;
desfallecemos entre nuestras quejas
y sufrimos, perdidas por los aires.


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