y sé que cada pena
va a ser el aguijón
de un placer infinito.
Todavía algún tiempo,
y seré liberado,
yaceré embriagado
en brazo el Amor.
La vida infinita
bulle dentro de mí:
de lo alto yo miro,
me asomo hacia ti.
En aquella colina
tu brillo palidece,
y un sombra te ofrece
una fresca corona.
¡Oh, Bienamada!, aspira
mi ser todo hacia ti;
así podré amar,
así podré morir.
Ya siento de la muerte
olas de juventud:
en bálsamo y en éter
mi sangre se convierte.
Vivo durante el día
lleno de fe y valor,
y por la noche muero
presa de un santo ardor.
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