lunes, 11 de agosto de 2014

MCMXXVIII

Quiero referirme a esos momento en que el ensamble de todo lo que está en nosotros se vuelve perfecto, todas las partes logran concertarse en una y adquieren una categoría nobilísima. Ante un caso de ésta índole ya nadie vive en el mundo mas que uno mismo: se tienta el sujeto ante una ciudad vacía y hueca por la cual puede transitar y recoger los gestos de si mismo, reflejos sobre las superficies brillantes.

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