jueves, 6 de noviembre de 2014

El amenazado

    Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
    Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
    Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
    Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombre no ha traído la paz.
    Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
    Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
    Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
    Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
    (Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
    El nombre de una mujer me delata.
    Me duele una mujer en todo el cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario