lunes, 19 de enero de 2015

Desde Altas Montañas - F. Nietzsche

¡Oh cenit de la vida! ¡Tiempo festivo!
¡Oh jardín estival!
Inquieta dicha de durar, de escuchar, de esperar:
dispuesto aguardo al amigo día y noche.
¿Dónde estáis amigos? ¡Venid, ya es hora, ya es hora!

¿No se adornó hoy para vosotros con rosas el grisáceo glaciar?
El arroyo os busca, ansiosos de persiguen, se agolpan
viento y nubes más altos hoy en el azul
para acecharos desde una altura más lejana.

Para vosotros dispuse mi mesa en lo más alto. ¿Quién habita tan cerca de las estrellas,
quién al borde de las terribles profundidades del abismo?
Mi reino -¿qué otro reino abarcó más?
Y mi miel -¿Quién la ha gustado?

Ahí estáis, amigos -¡lástima no ser yo a quien buscáis!
Vaciláis, os asombráis -¡Ah, cuánto mejor si os enojarais!
Yo -¿ya no soy yo? ¿Cambiado tengo mano, paso, rostro?
Y lo que soy, para vosotros amigos -¿no lo soy?

¿Otro fui? ¿Extraño a mí mismo? ¿De mí mismo evadido?
¿Un luchador que demasiado a menudo
a sí mismo se ha vencido?
¿Demasiado a menudo opuesto a su propia fuerza,
herido y derrotado en su propia victoria?
¿Busqué un lugar donde más fuerte
soplara el viento?
¿Aprendí a vivir
donde no habita nadie, en lúgubres zonas de osos polares,
olvidé hombre y Dios, maldición y plegaria?
¿Me convertí en fantasma que deambula
por los glaciares?

¡Viejos amigos! ¡Mirad! Pálidos miráis ahora,
llenos de amor y de odio.
¡No, marcháos! ¡No os enojéis!
Aquí vosotros no podríais vivir.
Aquí, en el más lejano dominio
del hielo y de la roca
aquí hay que ser gamo y cazador.

¡Un malvado cazador he sido! ¡Mirad qué tenso está mi arco!
Quién así lo tensó, era el más fuerte:
pero ¡cuidado! Peligrosa como ninguna
es esta flecha. ¡Fuera de aquí!, por vuestro bien.

¿Me dais la espalda? -Oh, corazón bastante has soportado,
firme fue siempre tu esperanza.
¡Abre tus puertas a nuevos amigos!
¡Abandona a los antiguos! ¡Abandona el recuerdo!
Una vez fuiste joven y ahora -¡lo eres aún mejor!

Lo que antaño nos unió, el lazo de una esperanza
¿Quién lee las señales
que, ahora borrosas entonces escribiera el amor?
Al pergamino que la mano no osa tocar lo comparo,
como él oscurecido y consumido.

No más amigos, son -¿cómo diría yo?- únicamente amigos espectrales
que de noche aún llaman a mi ventana y a mi corazón,
que me miran y dicen: ¡Sí, éramos nosotros!
¡Oh marchita palabra, la fragancia de las rosas!

¡Ansia de juventud, incomprendida, que yo anhelé
que como yo próxima y cambiante imaginé!
Se hicieron viejos los amigos y ella los abandonó:
sólo quien se transforma me es afín.

¡Oh cenit de la vida! ¡Segunda juventud! ¡Oh jardín estival!
¡Inquieta dicha de durar, de escuchar, de esperar!
Dispuesto aguardo al amigo día y noche,
¡al nuevo amigo! ¡Ven, ya es hora, ya es hora!

Cesa este canto -el más dulce grito de nostalgia murió en la boca:
un mago lo hizo, el amigo de la hora justa,
el amigo del mediodía -¡no!, no preguntéis quién es,
Fue a mediodía, de uno se hizo dos.

Ahora festejemos, seguros de la victoria conjunta, la fiesta de las fiestas:
vino el amigo Zaratustra, ¡huésped de huéspedes!
Ahora ríe el mundo, se alza el tétrico telón
la luz y las tinieblas se han unido.

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