Jueves [30 de octubre de 1947]
Nelson, mi amor:En cuanto envío una carta por correo me siento tan frustrada que enseguida he de empezar otra. Nunca tengo la sensación de haberte dicho lo que te quería decir, pues el amor no es algo que se pueda decir. Me fui a la cama y titubeé un poco, habría sido delicioso apagar las luces y, con el sueño, pensar en ti; escribir es algo que exige mayores esfuerzos, pero la escritura resulta más real, aunque, en cierto modo, sea engañosa. Es engañosa, porque a ti no te importa si esta carta ha sido escrita precisamente ahora, y a mí me parece importante contarte lo que siento. Ahora: extraña palabra cuando ni siquiera nuestros relojes marcan la misma hora, y que tanto significa en cambio cuando nuestros labios se encuentran, cuando decimos <<ahora, ahora estás conmigo, ahora te tengo>>. Sé que no te importan demasiado las palabras, sé que piensas que a mí me gustan demasiado, y que siempre estoy dándole a la lengua y a la pluma. Tienes razón, pero es que sólo dispongo de las palabras para que me ayuden a esperarte.
Me conmoví hondamente cuando leí en tu carta que amabas, así como mis ojos, mi manera de amar. Y pensé que debía decirte que esa manera de amar es por ti. Siempre he tenido los mismo ojos, pero nunca he amado a nadie de esta manera, esto debe saberlo: nunca he amado a nadie con tanto placer en el amor y tanto amor en el placer, con tanta fiebre y tanta paz, de esta manera que a ti te gusta. He sentido real y totalmente que era una mujer en brazos de un hombre, y eso significó mucho, muchísimo, para mí. Nadie podría haberme dado algo mejor. Buenas noches, cariño. Cuesta mucho decirlo, cuesta muchísimo más que antes de ir a Wabansia. Ven a mi lado, querido mío, y tómame en tus manos fuertes, suaves, codiciosas. Las espero, te espero a ti.