martes, 24 de febrero de 2015

Nudo de Víboras - F. Mauriac

"La llanura estaba más clara que el cielo. La tierra ahita de agua, humeaba, y las rodadas llenas de lluvia reflejaban un cielo turbio. Todo me interesaba como cuando Calèse me pertenecía. Nada es mío y no siento mi pobreza. El rumor de la lluvia, por la noche, sobre la vendimia que se pudre no me entristece menos que cuando era el dueño de esta cosecha amenazada. Aquello que he considerado como apego a la propiedad, no es más que el instinto carnal del campesino, hijo de campesinos, nacido de aquellos que, desde hace siglos, interrogan con angustia al horizonte. La renta que he de recibir cada mes se acumulará en casa del notario: jamás he necesitado nada. He estado prisionero durante toda mi vida de una pasión que no me poseía. Como un perro ladra a la luna, me ha fascinado un reflejo. ¡Despertarse a los sesenta y ocho años! ¡Renacer en el momento de morir! Que se me concedan algunos años, aún, algunos meses, algunas semanas...
La enfermedad se ha ido; me siento mucho mejor. Amelia y Ernesto, que servían a Isa, pasan a servirme a mí; saben poner inyecciones. Todo está al alcance de mi mano: las ampollas de morfina, las sales de nitrito. Los hijos, atareados, apenas dejan la ciudad y no vienen más que cuando tienen necesidad de algún dato con respecto a una valoración... Todo transcurre sin demasiadas disputas: el terror a salir perjudicados"

Retratro de grupo con señora - H. Böll

Canta Leni con una voz suave, escueta y poderosa que disimula su timidez. Una voz que podría pertenecer a un ser recluído en una mazmorra. Pero ¿Qué canta esa voz?

Su plateada imagen la contempla desde el espejo
a media luz, cual si fuera una extraña
y vagamente ve en el espejo su condena
y a sí misma le aterra su propia pureza.

La lascivia y la indigencia son mis votos
la lascivia ha endulzado a menudo mi pureza
los actos por nosotros cometidos bajo el sol de Dios
son los que expiamos en la tierra de Dios.

La voz era de la más noble de las corrientes: la del Rin, que es un río que nació libre, y ¿dónde, dónde hallar un ser llamado a vivir en plena libertad y a satisfacer los anhelos del coraón, un ser surgido de un lecho tan sagrado como aquél, nacido de alturas tan egregias como el Rin?

Los espejos (JLB)

Yo que sentí el horror de los espejos 
no sólo ante el cristal impenetrable 
donde acaba y empieza, inhabitable, 
un imposible espacio de reflejos 

sino ante el agua especular que imita 
el otro azul en su profundo cielo 
que a veces raya el ilusorio vuelo 
del ave inversa o que un temblor agita 

Y ante la superficie silenciosa 
del ébano sutil cuya tersura 
repite como un sueño la blancura 
de un vago mármol o una vaga rosa, 

Hoy, al cabo de tantos y perplejos 
años de errar bajo la varia luna, 
me pregunto qué azar de la fortuna 
hizo que yo temiera los espejos. 

Espejos de metal, enmascarado 
espejo de caoba que en la bruma 
de su rojo crepúsculo disfuma 
ese rostro que mira y es mirado, 

Infinitos los veo, elementales 
ejecutores de un antiguo pacto, 
multiplicar el mundo como el acto 
generativo, insomnes y fatales. 

Prolonga este vano mundo incierto 
en su vertiginosa telaraña; 
a veces en la tarde los empaña 
el Hálito de un hombre que no ha muerto. 

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro 
paredes de la alcoba hay un espejo, 
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo 
que arma en el alba un sigiloso teatro. 

Todo acontece y nada se recuerda 
en esos gabinetes cristalinos 
donde, como fantásticos rabinos, 
leemos los libros de derecha a izquierda. 

Claudio, rey de una tarde, rey soñado, 
no sintió que era un sueño hasta aquel día 
en que un actor mimó su felonía 
con arte silencioso, en un tablado. 

Que haya sueños es raro, que haya espejos, 
que el usual y gastado repertorio 
de cada día incluya el ilusorio 
orbe profundo que urden los reflejos. 

Dios (he dado en pensar) pone un empeño 
en toda esa inasible arquitectura 
que edifica la luz con la tersura 
del cristal y la sombra con el sueño. 

Dios ha creado las noches que se arman 
de sueños y las formas del espejo 
para que el hombre sienta que es reflejo 
y vanidad. Por eso no alarman.