domingo, 30 de marzo de 2014

La montaña mágica. Capítulo IV, Ensayo de conversación en francés

"Hans Castorp dijo al alejarse:
-Como ves, no ha sido tan difícil. Siempre sé comportarme con esta clase de personas. Creo que estoy hecho para mantener relaciones con ellas. ¿No opinas lo mismo? Incluso creo que, en conjunto, me entiendo mejor con las personas tristes que con las alegres. Dios sabe a qué es debido. Tal vez al hecho de que soy huérfano y perdí a mis padres tan pronto. Pero cuando la gente está triste y la muerte anda en juego, no me siento oprimido ni desconcertado; me siento, por el contrario, mejor que cuando todo va bien, lo que ya no me gusta tanto. Estos días pensaba que es una estupidez por parte de todas esas mujeres temer tanto la muerte y a todo lo que con ella se relaciona, hasta el punto de que se esté obligado a ocultárselo todo y a llevar el Santo Sacramento cuando ellas se encuentran comiendo. ¡Eso es pueril! ¿No te gusta ver un ataúd? A mí me encanta, ver de vez en cuando alguno. Me parece que un ataúd es un mueble hermoso, incluso cuando está vacío; pero cuando hay alguien dentro me parece que es verdaderamente solemne. Los entierros tienen algo de edificantes, y me he repetido con frecuencia que, para buscar recogimiento, se debería ir a un entierro en vez de a la iglesia. La gente va vestida con severo traje negro, se quita el sombrero y todos se comportan respetuosamente, nadie se atreve a bromear, como ocurre siempre en otras circunstancias. Me gusta mucho ver el recogimiento solemne de la gente. A veces me he preguntado si hubiera sido mejor hacerme pastor; creo que, desde cierto punto de vista, eso no hubiera dejado de convenirme... ¡Me parece que no he cometido ningún error al decirle aquello en francés!
-No -dijo Joachim-. <Je le regrette beaucoup> es completamente correcto."

sábado, 29 de marzo de 2014

Anywhere out of the world (Baudelaire)

La vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama. Éste querría padecer junto a la estufa y aquél cree que se curaría frente a la ventana.
A mí me parece que estaría bien allí donde no estoy, y esa idea de mudanza es una de las que discuto sin cesar con mi alma.
«Dime, alma mía, pobre alma enfriada, ¿qué te parecería vivir en Lisboa? Allí hará calor, y te estirarás como un lagarto. La ciudad está a la orilla del agua; dicen que está edificada en mármol, y que tanto odia el pueblo a lo vegetal, que arranca todos los árboles. Ese es un paisaje para tu gusto, un paisaje hecho con luz y con mineral, y lo líquido para reflejarlo.»
Mi alma no contesta.
«Puesto que tanto te gusta el reposo, con el espectáculo del movimiento, ¿quieres venirte a Holanda, tierra beatífica? Tal vez te divirtieras en ese país cuya imagen has admirado tantas veces en los museos. ¿Qué te parecería Rotterdam, a ti que gustas de los bosques de mástiles y de los navíos amarrados al pie de las casas?...»
Mi alma sigue muda.
«¿Te sonreiría tal vez Batavia? Encontraríamos en ella, desde luego, el espíritu de Europa enlazado con la belleza tropical.»
Ni una palabra. ¿Se me habrá muerto el alma?
«¿Conque a tal punto de embotamiento has llegado que sólo en tu mal te recreas? Si así es, huyamos hacia los países que son analogía de la muerte. ¡Ya tengo lo que nos conviene, pobre alma! Haremos los baúles para Borneo. Vámonos aún más allá, al último extremo del Báltico; más lejos aun de la vida, si es posible; instalémonos en el Polo. Allí el sol no roza más que oblicuamente la tierra, y las lentas alternativas de la luz y la obscuridad suprimen la variación y aumentan la monotonía, que es la mitad de la nada. Allí podremos tomar largos baños de tinieblas, en tanto que, para divertirnos, las auroras boreales nos envíen de tiempo en tiempo sus haces sonrosados, como reflejos de un fuego artificial del infierno.»

Al cabo, mi alma hace explosión, y sabiamente me grita: «¡A cualquier parte! ¡A cualquier parte! ¡Con tal que sea fuera de este mundo!»

jueves, 20 de marzo de 2014

Rapsodia de una noche de viento (T. S. Eliot)

Las doce.
A lo largo de los cauces de la calle
sostenidos en síntesis lunar,
susurrando encantamientos lunares,
se disuelven los suelos de la memoria
y todas sus claras relaciones,
sus divisiones y precisiones,
cada farol que dejo atrás
resuena como un tambor fatalista,
y a través de los espacios de lo oscuro
la medianoche sacude la memoria
como un loco agitando un geranio muerto.
La una y media,
el farol rociaba,
el farol mascullaba,
el farol decía: "Observa a esa mujer
que vacila hacia ti en la luz de la puerta
que se abre hacia ella como una mueca.
Ves que el borde de su vestido
está desgarrado y sucio de arena,
y ves que el rabillo del ojo
se le retuerce como un alfiler torcido".
La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada, lisa, y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco.
Un muelle roto en el solar de una fábrica,
óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado
dura y enroscada y dispuesta a dispararse.
Las dos y media.
El farol dijo:
"Observa al gato que se aplana en el arroyo,
saca la lengua furtiva
y devora un bocado de manteca rancia".
Así la mano del niño, automática,
salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el
muelle.
No vi nada tras los ojos de ese niño.
He visto ojos en la calle
tratando de escudriñar a través de postigos con luz,
y un cangrejo una tarde en un charco,
un viejo cangrejo con lapas en la espalda,
agarró el extremo de un palo que le tendí.
Las tres y media,
el farol espurreaba,
el farol mascullaba en lo oscuro.
El farol canturreaba:
"Observa la luna,
la lune ne garde aucune rancune,
guiña un débil ojo,
sonríe a los rincones.
Alisa el pelo de la hierba.
La luna ha perdido la memoria.
Una desvaída viruela le agrieta la cara,
su mano retuerce una rosa de papel,
que huele a polvo y agua de colonia.
Está sola
con todos los viejos olores nocturnos
que cruzan y cruzan por su cerebro".
Viene la reminiscencia
de secos geranios sin sol
y polvo en grietas,
olores de castañas en las calles,
y olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,
y cigarrillos en pasillos
y olores de cócteles en bares.
El farol dijo:
"Las cuatro.
Aquí está el número en la puerta.
¡Memoria!
Tienes la llave,
la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.
La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,
deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida."

El último retorcimiento del cuchillo.

martes, 18 de marzo de 2014

Al faro; El faro, 13

"Cam contempló la inmensa extensión del mar. La isla se había vuelto tan pequeña que apenas parecía ya una hoja. Parecía, más bien, la cima de una roca que una ola grande habría de cubrir. No obstante, dentro de su fragilidad, contenía todos esos senderos, esas terrazas, esos dormitorios, todos esos innumerables objetos. Pero, del mismo modo que justo en el momento de dormirnos se simplifican las cosas al punto que una sola tiene, entre mil detalles, poder para imponerse, del mismo modo tenía la impresión al pasear por la isla su mirada somnolienta, de que todos esos senderos, todas esas terrazas, todo esos dormitorios se esfumaban, y solo permanecía un incensario pálido y azul que oscilaba con movimiento rítimico a un lado y a otro de su mente. Era un jardín colgante; era un valle lleno de pájaros, y flores, y antílopes... Se estaba quedando dormida."

Al faro; El faro, 12

"Lily volvía a sentirse inspirada. Hay que mirar constantemente, sin permitir que se relaje un solo instante la intensidad de la emoción, ni el propósito de no dejarse engañar. Hay que sujetar la escena -así, en un puño- sin permitir que nada venga a estorbarla. Mojando con cuidado la punta del pincel, se decía Lily que uno tiene que estar a la altura de la experiencia ordinaria, sentir sencillamente que esto es una silla, que eso es una mesa; y, no obstante, sentir al propio tiempo que es un milagro, un éxtasis."

miércoles, 12 de marzo de 2014

Pez soluble, 4

Los pájaros pierden sus formas, después de perder sus colores. Quedan reducidos a una existencia arácnida, tan engañosa que me obliga a arrojar los guantes lejos de mí. Mis guantes amarillos con adornos negros caen en una llanura dominada por un frágil campanario. Entonces, cruzo los brazos y miro. Miro las risas que surgen de la tierra y florecen inmediatamente, umbelas. Ha llegado la noche, como salto de carpa sobre la superficie de un agua violeta, y los extraños laureles se entrelazan con el cielo que desciende del mar. Alguien lía un hato de ramas en llamas en el bosque, y la mujer o el hada que lo lleva a sus espaldas, parece volar, ahora, mientras las estrellas del color del champaña se quedan inmóviles. Comienza a caer la lluvia, es una gracia eterna, y comporta los más tiernos reflejos. En una sola gota se contienen el paso de carretas lila por un puente amarillo y en otra gota mayor hay una vida ligera y crímenes de posada. Al Sur, en una ensenada, el amor sacude sus cabellos preñados de sombras y hay un buque propicio que circula sobre los tejados. Pero los anillos de agua se rompen uno a uno, y sobre el alto haz de paisajes nocturnos se pone la aurora de un dedo. La prostituta inicia su canto con más meandros que un fresco riachuelo del país del Ala clavada, pero, pese a todo, no es mas que ausencia. Un verdadero lis, elevado a la gloria de los astros, deshace los muslos de la combustión que despierta, y el grupo que forman parte a descubrir la ribera. Pero el alma de la otra mujer se cubre de plumas blancas que la abanican suavemente. La verdad se apoya en los juncos matemáticos del infinito y todo avanza a la orden del águila agazapada, mientras el genio de las flotillas vegetales palmotea, y el oráculo se rinde a los peces eléctricos fluidos.

domingo, 9 de marzo de 2014

Al faro; La ventana, 17

"Deseaba únicamente estar solo y leer aquel libro. Se sentía desazonado; tenía el sentimiento de cometer una traición, sentado, ahí, junto a ella, sin experimentar emoción alguna. La verdad era que no gustaba de la vida en familia. Aquel era el estado de ánimo en que se preguntaba uno: ¿Para qué vivo? ¿Por qué tomarse tanto trabajo para que siga existiendo la raza humana? ¿Es tan apetitosa? ¿Somos, en cuanto a especie, realmente seductores? No tanto -se dijo, mirando a todos aquellos chicos desaliñados. Suponía que Cam, su predilecta, estaría en la cama. ¡Preguntas necias y vanas, preguntas que jamás se formula uno cuando se está ocupado! ¿Será la vida humana, esto o aquello? Nunca queda tiempo para pensarlo."

martes, 4 de marzo de 2014

Plenos poderes (Neruda)

A puro sol escribo, a plena calle,
a pleno mar, en donde puedo canto,
sólo la noche errante me detiene
pero en su interrupción recojo espacio,
recojo sombra para mucho tiempo.

El trigo negro de la noche crece
mientras mis ojos miden la pradera
y así de sol a sol hago las llaves:
busco en la oscuridad las cerraduras
y voy abriendo al mar las puertas rotas
hasta llenar armarios con espuma.

Y no me canso de ir de volver,
no me para la muerte con su piedra,
no me canso de ser y de no ser.

A veces me pregunto si de dónde,
si de padre o de madre o cordillera
heredé los deberes minerales,

los hilos de un océano encendido
y sé que sigo y sigo porque sigo
y canto poque canto y porque canto.

No tiene explicación lo que acontece
cuando cierro los ojos y circulo
como entre dos canales submarinos,
uno a morir me lleva en su ramaje
y el otro canta para que yo cante.

Así pues de no ser estoy compuesto
y como el mar asalta el arrecife
con cápsulas saladas de blancura
y retrata la piedra con la ola,
así lo que en la muerte me rodea
abre en mí la ventana de la vida
y en pleno paroxismo estoy durmiendo.
A plena luz camino por la sombra.

Ladrones (Chéjov)

"(...) La nevasca no se había calmado. Unas nubes blancas, aferrándose con sus largas colas a hierbas y arbustos, cruzaban el patio, y al otro lado de la valla, en el campo, gigantes ensabanados giraban y caían para levantarse de nuevo y proseguir su pelea sin cesar de agitar los brazos. ¡Y el viento, el viento! Los desnudos abedules y cerezos, que no podían soportar sus groseras caricias, se inclinaban casi hasta el suelo y lloraban: <¿Qué pecado hemos cometido, Señor, para que nos mantengas sujetos al suelo, sin permitirnos disfrutar de la libertad?>"