jueves, 27 de febrero de 2014

La Buena Canción, XXI (Verlaine)

El invierno ha cesado: la luz es tibia
y danza del sol al firmamento claro.
Es menester que el corazón más triste ceda
a la inmensa alegría dispersa en el aire.

Incluso este París fastidioso y enfermo
parece acoger a los jóvenes soles,
y como por un inmenso abrazo
tiende los mil brazos de sus tejados colorados.

Tengo desde hace un año la primavera en el alma
y el verde retorno del dulce floreal,
igual que una llama rodea a una llama,
pone ideal sobre mi ideal.

El cielo azul prolonga, eleva y corona
el inmutable azul donde ríe mi amor.
La estación es bella y mi parte es buena
y todas mis esperanzas tienen al fin su vez.

¡Que venga el verano! ¡Que vengan de nuevo
el otoño y el invierno! ¡Y cada estación
me será encantadora, ¡oh Tú!, que decoras
esta fantasía y esta razón!

miércoles, 26 de febrero de 2014

Esta noche (Mallarmé)

La sombra amenazaba ya con su fatal ley
a un viejo Afán que mis vértebras ha deshecho;
triste por perecer bajo el fúnebre techo
sus alas posó en mí. ¡Ay, sala de carey

y de ébano, capaz de sobornar a un rey,
la Muerte las guirnaldas de gloria ha contrahecho
y es mentira tu orgullo para el que satisfecho
de fe, vive alejado de la equívoca grey!

Sé que en la inmensidad de esta noche la Tierra
arroja un resplandor de misterio que yerra
a través de los siglos, cual fúlgido remedio.

El idéntico espacio, anulado o crecido,
a los testigos fuegos muestra desde su tedio
que en un astro, entre fiestas, un genio se ha encendido.


martes, 25 de febrero de 2014

Canción de Otoño (Verlaine)

Los largos sollozos
de los violines
del otoño
hieren mi corazón de una languidez
monótona.

Del todo sofocado y
pálido, cuando
la hora suena,
me acuerdo
de pasados días
y lloro;

y me voy
con el viento malo,
que me lleva
aquí, allá,
semejante a la
hoja muerta.

lunes, 24 de febrero de 2014

Serenata (Verlaine)

Como la voz de un muerto que cantara
desde le fondo de su fosa,
amante, escucha subir hacia tu retiro
mi voz agria y falsa.

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
Para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.

Cantaré tus ojos de oro y de ónix
puros de toda sombra,
cantaré al Leteo de tu seno, luego el Styx
de tus cabellos oscuros.

Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hacia tu retiro
mi voz agria y falsa.

Después loaré mucho,como conviene,
a esta carne bendita
cuyo perfume opulento evoco
las noches de insomnio.

Y para acabar canteré el beso
de tu labio rojo
y tu dulzura al martirizarme,
¡mi ángel, mi glubia!

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
Para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.

martes, 18 de febrero de 2014

Tres años después (Verlaine)

Habiendo empujado la angosta puerta vacilante,
me he paseado por el pequeño jardín
que iluminaba dulcemente el sol de la mañana
y ponía en cada flor una húmeda y brillante lentejuela.

Nada ha cambiado. He vuelto a ver todo: la humilde glorieta
de parra silvestre con las sillas de bejuco...
El surtidor continúa con su murmullo argentino
y el viejo estremece su queja sempiterna.

Las rosas palpitan como antes; como antes
los grandes lirios orgullosos se balancean al viento
y conozco a cada alondra que va y viene.

Incluso he encontrado de pie a la Velléda
cuyo yeso se escama, al final de la avenida,
helada, entre el olor soso de la reseda.

Paseo sentimental (Verlaine)

El ocaso lanzaba sus rayos supremos
y el viento mecía los nenúfares pálidos;
los grandes nenúfares, entra las cañas,
lucían tristemente sobre las aguas quietas.
Yo, erraba solo, paseando mi llaga
a lo largo del estanque, entre los sauces
donde la vaga bruma evocaba un gran
fantasma lechoso desesperándose
y llorando con la voz de los ánades
que se llaman batiendo sus alas
entre los sauces donde yo erraba solo
paseando mi llaga; y la espesa mortaja
de las tinieblas vino a ahogar los supremos
rayos del ocaso en esas olas pálidas
de los nenúfares entre las cañas,
los grandes nenúfares sobre las aguas quietas.

lunes, 17 de febrero de 2014

El amor y la poesía, VII (Éluard)

La tierra es azul como una naranja
No es ningún error las palabras no mienten
No os obligan a cantar
Y en vez de oírse unos besos
Unos insensatos amores
Su boca de alianza
Tiene todos los secretos todas las sonrisas
Y tan indulgentes vestidos
Que se le creería del todo desnuda.

Las avispas florecen de verde
El alba se coloca en torno al cuello
Un collar de ventanas
Y unas alas envuelven a las hojas
Tú tienes toda la alegría solar
Todo el sol de la tierra
Sobre los caminos de tu belleza.

martes, 11 de febrero de 2014

Soles ponientes (Verlaine)

Un alba debilitada
derrama por los campos
la melancolía
de los soles ponientes.
La melancolía
acuna con dulces cantos
mi corazón que se olvida
de los soles ponientes.
Y los extraños sueños,
como unos soles
ponientes sobre las playas,
fantasmas encarnados,
desfilan sin tregua,
desfilan, semejantes
a los grandes soles,
ponientes sobre las playas.

viernes, 7 de febrero de 2014

El cuento de invierno, Acto IV Escena III

"¡Oh, Prosperina! ¡Que no tenga a mi disposición las flores que, en tu espanto, dejas caer del carro de Plutón! ¡Los narcisos, que preceden a las intrépidas golondrinas y cuya belleza cautiva a los vientos de marzo! ¡Las violetas, obscuras, pero más deliciosas que las pupilas de Juno y el aliento de Citerea! ¡Las pálidas primaveras, que mueren vírgenes antes de haber podido contemplar el brillante sol en toda su fuerza, enfermedad frecuente entre las vírgenes! ¡La orgullosa prímula y la corona imperial! ¡Lirios de todas clases, de que forma parte la flor de lis! (A Florisel.) ¡Oh, me faltan de éstas para haceros guirnaldas, y cubriros todo entero, mi dulce amigo!"

El túnel, XXVIII

Miraba por la ventanilla, mientras el tren corría hacia Buenos Aires. Pasamos cerca de un rancho; una mujer, debajo del alero, miró el tren. Se me ocurrió un pensamiento estúpido: <<A esa mujer la veo por primera y última vez. No la volveré a ver en mi vida.>> Mi pensamiento flotaba como un corcho en un río desconocido. Siguió por un momento flotando cerca de esa mujer bajo el alero. ¿Qué me importaba esa mujer? Pero no podía dejar de pensar que había existido un instante para mí y que era como si ya se hubiera muerto; un pequeño retraso del tren, un llamado desde el interior del rancho, y esa mujer no habría existido nunca en mi vida.

sábado, 1 de febrero de 2014

Demian, El mal ladrón

(...) Permanecí un largo rato mirándole, y sentí entonces, lejano aún a mi conciencia algo muy singular. Vi el rostro de Demian y vi ya que no solamente era el de un muchacho, sino el de un hombre; vi aún algo más: creí ver o sentir que tampoco era sólo el rostro de un hombre, sino también algo distinto. Era como si en él hubiera también algo de un rostro de mujer, y además por un momento, aquel rostro no me pareció ya viril o infantil, maduro o joven, sino, en cierto modo milenario; en cierto modo, ajeno al tiempo, sellado por edades distintas a la que nosotros vivimos. Los animales podían presentar un aspecto semejante, o los árboles, o las estrellas. Yo no lo sabía. No sentí exactamente por entonces esto que ahora describo; pero sí algo análogo. Tampoco supe a punto fijo si la figura de Demian me atraía o me repelía. Sólo vi que era distinto de nosotros, que era como un animal, o como un espíritu, o como una pintura; pero distinto, inefablamente distinto de todos nosotros.