domingo, 28 de diciembre de 2014

Por el camino de Swann; Tercera parte: Nombres de tierras: El nombre

"Lo mismo que el asomar a lo lejos de la roca desde donde se echa la otaria al agua arrebata de alegría a los niños porque saben que van a ver muy pronto un bicho, y antes de llegar al peso de las Acacias se me aceleraba el latir del corazón: porque de las acacias irradiaba un perfume delator, ya a distancia, de una blanda individualidad vegetal, cercana y extraña; porque luego, al acercarme, veía yo lo más alto de su travieso y ligero follaje, de esas hojas fácilmente elegantes, de corte coquetón y tejido fino, donde fueron a posarse centenares de flores como colonias aladas y vibrátiles de parásitos preciosos y porque tenían un nombre femenino, ocioso y suave; y el deseo que así me aceleraba el latir del corazón era un deseo mundana, como esos valses que sólo nos evocan los nombres de hermosas invitadas que va anunciando el criado a la entrada del salón de baile."

lunes, 22 de diciembre de 2014

Leí en la nómina de publicaciones de Nietzsche: "El Anticristo. Maldición sobre el crisantemo". Singular camino recorrió mi pensamiento en el pulso de un segundo: Swann amó/maldijo la figura de Odette bajo la forma de una flor de crisantemo (inflorescencia, estimadísimo Marcel); todo se redujo a la intertextualidad. Pero claro, no. El imperio de mis sentidos, dispuesto siempre al error, tuvo un fallido y en la nómina figura "El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo". Maldición.

domingo, 21 de diciembre de 2014

El sur

"En el hall de la estación advirtió que faltaban treinta minutos. Recordó bruscamente que en un café de la calle Brasil (a pocos metros de la casa de Yrigoyen) había un enorme gato que se dejaba acariciar por la gente, como una divinidad desdeñosa. Entró. Ahí estaba el gato, dormido. Pidió una taza de café, la endulzó lentamente, la probó (ese placer le había sido vedado en la clínica) y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante."

jueves, 18 de diciembre de 2014

Nacer, primavera tardía.

Hace un par de días me hice una de esas promesas que responden a la necesidad de controlar los impulsos que llevan al mismísimo caos: “No me voy a comprar más libros; leo a menor tasa de la que compro”. Dos días pasaron y pequé, pero tengo todas las de ganar en esta ocasión. Caminando por el centro a pleno sol me topé con uno de esos gabinetes verdes –verde librería- en los que venden libros usados. Esas tienditas que, siendo Buenos Aires una ciudad con tantas palmeras, parecen sucursales de la de Alejandría (y el calor imprime cierta verosimilitud a esta imagen). Cuestión: solo me detuve a ver qué títulos tenían, qué ediciones,  por el mero placer que genera encontrar la misma edición que tenemos en casa, o ver esos libros que nunca compramos pero que los vemos en tantas tiendas que es como si los hubiéramos leído. Así, como esos ex-fumadores que se contentan con oler el tabaco, contemplé largo rato los libros y advertí que estaba Nudo de víboras (uno de esos que leí sin haber leído). Estimo que me brillaron los ojos o generé algún compuesto volátil que el librero advirtió y me dijo: “te lo dejo a veinte pesos por ser vos”. “No, no puedo comprar libros” le dije. “Te lo dejo a diez pesos, ¡no!, mejor te lo regalo, hoy no vendí nada y capaz esto me traiga suerte”. Le compré el libro. Mientras mi nuevo mejor amigo fue a buscar cambio leí: “Señor, pensad que no nos entendemos nosotros mismos y que no sabemos lo que queremos, que nos alejamos infinitamente de lo que deseamos”. Volvió con el cambio y nos despedimos, con un abrazo; su mano, que ya debe saber leer en la oscuridad, asestó una honesta palmada en mi espalda que aún repercute en toda la expansión de mi ser. Quizás entre dos momentos de esta categoría pase un abismo de años, o nunca suceda otro. Mas qué importa, si con uno basta para reconocer qué es eso que importa tanto, la vida.

lunes, 1 de diciembre de 2014

El origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado

"¿Es que... que verdaderamente puede uno ser infeliz? ¿Qué me importan mi desgracia y mi mal si me encuentro en condiciones de ser feliz? Yo no comprendo que se pueda pasar al lado de un árbol sin sentirse feliz mirándole. ¿Se hacen cargo? ¿Cabe hablar con un hombre y no sentirse dichoso queriéndole? Desgraciadamente no me sé explicar..., pero ¡cuántas cosas bellas hay a cada paso, cuántas cosas cuyo encanto se impone incluso al hombre más ciego! Mirad a los niños, mirad la aurora, mirad crecer la hierba, mirad los ojos que os contemplan y los rostros que os aman..."
F. M. Dostoyevsky; El idiota, parte tercera, VII.


"¡Ah, amigo mío, qué gusto da pasearse juntos con este tiempo tan hermoso! ¿Qué, no es bonito todo esto, los árboles, los espinos, el estanque? Por cierto no me ha dicho usted si le agrada mi estanque. ¡Qué cara tan mustia tiene usted! Y de este airecito que corre, ¿qué me dice? Nada, nada, amigo mío, digan lo que quieran hay muchas cosas buenas en la vida."
M. Proust, Por el camino de Swann, Primera parte: Combray, I

Setenta balcones y ninguna flor (B. Fernández Moreno)

Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!

Retratos en el campo (1876), Gustave Caillebotte

Para G. Caillebotte: El impresionismo (B. Denvir), pág. 31.



martes, 25 de noviembre de 2014

El idiota. Parte tercera, X (p. 134-135)

"A veces se tienen sueños raros, imposibles, en contradicción con las leyes de la naturaleza. Al despertar se recuerda con claridad y asombro el hecho extraño vivido en ellos. Primero se acuerdo uno de haber conservado el discernimiento durante todo aquel desfile de imágenes fantástica; re recuerda asimismo el haber obrado con una destreza y una lógica extraordinarias cuando le rodeaban a uno los asesinos, cuando se esforzaban en enmascarar sus intenciones y cuando, prestos a degollarnos a la primera ocasión, nos prodigaban sus pruebas de amistad. Recordamos también con qué ingeniosa estratagema logramos burlarlos y esquivarlos. Luego dudamos de que no conocieran nuestro ardid y pensamos que fingían ignorar el lugar de nuestro escondite. Entonces se ha usado otra vez de la astucia para engañar a los perseguidores. Uno recuerda todo eso perfectamente y, sin embargo, ¿cómo pudo ser que nuestra razón aceptase todos aquellos absurdos, aquellas inverosimilitudes notorias que llenaban el sueño? Uno de los asesinos se transformó en mujer ante nuestros ojos, luego esa mujer se metamorfoseó en un veneno horroroso, repugnante, y nosotros creíamos que ello sucedía en verdad, lo aceptamos sin la menor sorpresa, mientras, a la par, nuestra inteligencia desplegaba una potencia insólita realizando maravillas de astucia, de penetración y de lógica. ¿Por qué, pues, al despertar y tornar al mundo real, se advierte casi siempre, y a veces con rara viveza de impresión, que el sueño, al alejarse, se lleva con él una especie de enigma inadivinado? La extravagancia del sueño nos impele a sonreír, y a la vez presentimos que todo ese conjunto de absurdos contiene una idea, una idea real, perteneciente a nuestro mundo verdadero, una cosa que existe y ha existido siempre en nuestro corazón. Nos parece encontrar en ese sueño una profecía que esperamos, y creemos experimentar una fuerte sensación, o alegre o lúgubre, pero positiva, aunque no sabemos comprenderla ni volverla a vivir."

jueves, 20 de noviembre de 2014

Norma, Viscum


Casta Diva, che inargenti
queste sacre antiche piante,
a noi volgi il bel sembiante
senza nube e senza vel...

domingo, 16 de noviembre de 2014

"Así se excitaba y atormentaba, aunque con un cierto sentido de diversión. Estas preguntas no eran nuevas o improvisadas, sino antiguas y amargas, habiéndole atormentado durante mucho tiempo. Toda esta angustia presente se había engendrado tiempo ha y había ido madurando y acumulándose en la forma de una terrible pregunta que atenazaba su corazón y razón e irresistiblemente gritaba en demanda de solución. Y en ese momento la carta de su madre caía sobre él como un rayo. Estaba claro, ya no era cuestión de pensar, ser pasivo y razonar sobre preguntas que no tenían respuesta, sino que había llegado el tiempo de hacer algo, rápidamente, inmediatamente. Debía llegarse a una solución y hacer una cosa u otra, o...
"¡O renunciar a la vida!", gritó de repente en pleno éxtasis, "y, obedientemente, someterse al destino, tal cual es; ¡ahogarlo todo y renunciar al hecho de obrar, vivir y amar!""

jueves, 13 de noviembre de 2014

El espejo de un momento (Tísico P.É)



Disipa el día,
Muestra a los hombres las imágenes desligadas de la apariencia,
Quita a los hombres la posibilidad de distraerse,
Es duro como la piedra,
La piedra informe,
La piedra del movimiento y de la vista,
Y tiene tal resplandor que todas las armaduras y todas las máscaras 
quedan falseadas. 
Lo que la mano ha tomado ni siquiera se digna tomar la forma 
de la mano,
Lo que ha sido comprendido ya no existe,
El pájaro se ha confundido con el viento,
El cielo con su verdad,
El hombre con su realidad

.

Poema 2, P. Neruda

En su llama mortal la luz te envuelve. 
Absorta, pálida doliente, así situada 
contra las viejas hélices del crepúsculo 
que en torno a ti da vueltas. 
Muda, mi amiga, 
sola en lo solitario de esta hora de muertes 
y llena de las vidas del fuego, 
pura heredera del día destruido. 
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro. 
De la noche las grandes raíces 
crecen de súbito desde tu alma, 
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas. 
de modo que un pueblo pálido y azul 
de ti recién nacido se alimenta. 
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava 
círculo que en negro y dorado sucede: 
erguida, trata y logra una creación tan viva 
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Cartas: S. de Beauvoir a Nelson Algren

[Bajo el signo de virgo o libra de 1950 y en París]
(...)
Bueno, todas las palabras me parecen tontas. Pareces tan cercano, tan cercano, déjame estar cerca de ti también. Y déjame, como en los viejos tiempos, déjame estar en mi propio corazón por siempre.

Tuya, Simone.


sábado, 8 de noviembre de 2014

Sz. 120

[...]
Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol
(existen además millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda, ni de tercera mano,
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

jueves, 6 de noviembre de 2014

El amenazado

    Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
    Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
    Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
    Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombre no ha traído la paz.
    Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
    Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
    Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
    Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
    (Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
    El nombre de una mujer me delata.
    Me duele una mujer en todo el cuerpo.

L. P. della Torre a M. Duras: "¿Cuáles son sus recuerdos más antiguos?"

Los primeros años de mi vida, los veo entre los claros de la selva, el olor de la lluvia, del jazmín, de la carne. A los niños nos parecía como si esas tardes inacabables en Indochina contuvieran un desafío a la naturaleza asfixiante que nos rodeaba.
Una impresión de prohibición y de misterio pesaba sobre la selva. Esa hora de la siesta nos gustaba tanto, a mis dos hermanos y a mí, que nos aventurábamos, desenredándonos de las lianas y las orquídeas, arriesgándonos a cada momento a caer sobre una serpiente o, no sé, un tigre.
(...)
Esa calma sobrehumana y esa dulzura indecible que me rodeaban dejaron marcas indelebles.
Acusaba a Dios, por supuesto, al pasar frente a los lazaretos que había en las afueras de los pueblos: un halo de muerte difusa flotaba sobre las laderas de las colinas, a lo largo de la frontera de Siam, donde vivíamos. Y sin embargo, todavía tengo en los oídos el estallido melodioso de las risas de esa gente: esa risa daba testimonio de una vitalidad irreductible.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Abstracción (J. Flórez)

A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.

Más aún: oigo el paso de la vida
por la sorda caverna de mi cráneo
como un rumor de arroyo sin salida,
como un rumor de río subterráneo.

Entonces presa de pavor y yerto
como un cadáver, mudo y pensativo,
en mi abstracción a descifrar no acierto

Si es que dormido estoy o estoy despierto,
si un muerto soy que sueña que está vivo
o un vivo soy que sueña que está muerto.



«Un grupo de soñadores, músicos y poetas, al frente del cual iba él (Julio Flórez), se dirigía al camposanto a eso de la media noche, en las más espléndidas ascensiones de la luna. El grupo salvaba la verja, tomaba el vial del Torreón de Padilla y penetraba en los osarios. Una melancólica música de instrumentos de cuerda sonaba en la cripta. Algunas aves sacudían las alas en los cipreses; cruzaban de lejos las luciérnagas de los fuegos fatuos y la luna iluminaba los mármoles de las tumbas. ¡Eran confidencias con los sepulcros! ¡Eran singulares serenatas a los muertos! Algunos inclinaban la frente contra los troncos de los árboles, y meditaban. Algunas veces Julio Flórez recitaba sus versos a Silva. Luego el grupo tornaba a la ciudad antes que los sorprendiese la claridad del día, y así terminaban las extravagantes visitas a tantos seres idos, ya libres de las cadenas de la carne.» (Luis María Mora)

Cartas: JLB a E. Canto

Adrogué, sábado.

     A pesar de dos noches y de un minucioso día sin verte (casi lloré al doblar ayer por el Parque Lezama), te escribo con alguna alegría. Le avisé a tu mamá que tengo admirables noticias; para mí lo son y espero que lo sean para ti. El lunes hablaremos y tú dirás. Pienso en todo ello y siento una especie de felicidad; luego comprendo que toda felicidad es ilusoria no estando tú a mi lado.   Querida Estela: hasta el día de hoy he engendrado fantasmas; unos, mis cuentos, quizá me han ayudado a vivir; otros, mis obsesiones, me han dado muerte. A éstas las venceré, si me ayudas. Mi tono enfático te hará sonreír; pienso que lucho por mi honor, por mi vida y (lo que es más) por el amor de Estela Canto.
Tuyo con el fervor de siempre y con una asombrada valentía,

Georgie

sábado, 1 de noviembre de 2014

A la una de la mañana

¡Solo por fin! Ya no se oye más que el rodar de algunos coches rezagados y derrengados. Por unas horas hemos de poseer el silencio, si no el reposo. ¡Por fin desapareció la tiranía del rostro humano, y ya sólo por mí sufriré!

¡Por fin! Ya se me consiente descansar en un baño de tinieblas. Lo primero, doble vuelta al cerrojo. Me parece que esta vuelta de llave ha de aumentar mi soledad y fortalecer las barricadas que me separan actualmente del mundo.

¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible! Recapitulemos el día: ver a varios hombres de letras, uno de los cuales me preguntó si se puede ir a Rusia por vía de tierra -sin duda tomaba por isla a Rusia-; disputar generosamente con el director de una revista, que, a cada objeción, contestaba: «Este es el partido de los hombres honrados»; lo cual implica que los demás periódicos están redactados por bribones; saludar a unas veinte personas, quince de ellas desconocidas; repartir apretones de manos, en igual proporción, sin haber tomado la precaución de comprar unos guantes; subir, para matar el tiempo, durante un chaparrón, a casa de cierta corsetera, que me rogó que le dibujara un traje de Venustre; hacer la rosca al director de un teatro, para que, al despedirme, me diga: «Quizá lo acierte dirigiéndose a Z...; es, de todos mis autores, el más pesado, el más tonto y el más célebre; con él podría usted conseguir algo. Háblele, y allá veremos»; alabarme -¿por qué?- de varias acciones feas que jamás cometí y negar cobardemente algunas otras fechorías que llevó a cabo con gozo, delito de fanfarronería, crimen de respetos humanos; negar a un amigo cierto favor fácil y dar una recomendación por escrito a un tunante cabal. ¡Uf! ¿Se acabó?

Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y cobrar un poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche. Almas de los que amé, almas de los que canté, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los vahos corruptores del mundo; y vos, Señor, Dios mío, concededme la gracia de producir algunos versos buenos, que a mí mismo me prueben que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Returning to Live in the South


When young, I'd not enjoyed the common pleasures,
My nature's basic love was for the hills.
Mistakenly I fell into the worldly net,
And thus remained for thirteen years.
A bird once caged must yearn for its old forest,
A fish in a pond will long to return to the lake.
So now I want to head to southern lands,
Returning to my fields and orchards there.
About ten acres of land is all I have,
Just eight or nine rooms there in my thatched hut.
There's shade from elms and willows behind the eaves,
Before the hall are gathered peaches and plums.
Beyond the dark and distance lies a village,
The smoke above reluctant to depart.
A dog is barking somewhere down the lane,
And chickens sit atop the mulberry tree.
The mundane world has no place in my home,
My modest rooms are for the most part vacant.
At last I feel released from my confinement,
I set myself to rights again.

Tao Qian 

domingo, 26 de octubre de 2014

Bóreas, Noto, Céfiro, Euro

S. Rachmaninov Piano concerto no. 2, segundo movimiento

W. Shakespeare Romeo y Julieta Acto Segundo Escena Segunda (el arquetipo taxonómico)

Julieta: (...) ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación. De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título sus raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y, a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mí toda entera!

viernes, 24 de octubre de 2014

El pensamiento de Protágoras (J. B. Gutiérrez)

"La sensación, única forma de conocimiento admitida por el sofista (Protágoras), se transforma constantemente en función, ya del objeto sentido, ya de las mismas disposiciones del sujeto sentiente. En esta tesis de Protágoras está encerrada de un modo potencial la totalidad de su doctrina. La materia, es decir, el ser, es percibido por los sujetos cognoscentes, según sus diferencias individuales. A distintas disposiciones del sujeto, corresponderán distintas representaciones del objeto, y estas disposiciones se puede decir que nunca son idénticas en ningún individuo"








Una corola de Lantana montevidensis que aún conserva su color.

miércoles, 22 de octubre de 2014

A una transeúnte (C. Baudelaire)

La calle atronadora aullaba en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina
Una dama pasó, que con gesto fastuoso
Recogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.
De súbito bebí, con crispación de loco.
Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,
El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva belleza
Cuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.
¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!

domingo, 12 de octubre de 2014

W. B. Yeats

Cuando estés vieja y gris y soñolienta
y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

jueves, 9 de octubre de 2014

Mudar de vida

Por ti, para que tú un día llegaras,
¿no respiraba yo a media noche
el flujo que ascendía de las noches?
Porque esperaba, con magnificencias
casi inagotables, saciar tu rostro
cuando reposó una vez contra el mío
en infinita suposición.
Silencioso se hizo espacio en mis rasgos;
para responder a tu gran mirada
se espejaba, se ahondaba mi sangre.
¡Qué expresión fue sembrada en mi interior
para que, cuando crece tu sonrisa,
proyecte sobre ti espacio cósmico!
Pero tú no vienes, o vienes demasiado tarde.
Precipitaros, ángeles, sobre este
linar azul. ¡Segad, segad, oh ángeles!

en la agonía de las flores/el presente nunca acaba

"He aquí que entra el aire suave, el aire de la mañana, dulce y virginal: como si nos acariciara amablemente, familiarmente. Maravilla siempre renovada, el rejuvenecimiento del mundo surge de la noche para todos, viejos y jóvenes. Pretenden que la juventud está hecha para la juventud, pero la juvenil naturaleza también va hacia la vejez con naturalidad; eres capaz de disfrutar; disfrutar más la vejez que la juventud. Pues ésta no tiene conciencia de su valor; sólo lo tiene la vejez. Sería espantoso que sólo la vejez viniese hacia la vejez. Que permanezca aparte en su rincón..." (Carlota en Weimar, T. Mann)

"¡A qué mezquindades, pequeñeces y miserias puede llegar un hombre! ¡Qué cambio! ¿Sería posible? Todo es posible, todo le puede ocurrir a un hombre. Un fogoso adolescente de nuestra época retrocedería espantado si le enseñasen su propio retrato. Llevad en el transcurso de vuestra vida, desde los tranquilos años de la juventud hasta los severos años viriles, llevaos con vosotros todos los impulsos humanos, ¡no los abandonéis en el camino, porque después no los podréis recoger!
La futura vejez, amenazadora y terrible, no devolverá nada. La tumba es más compasiva que la senectud; en esta se grabará: Aquí yace tal hombre. Pero nada puede leerse en los rasgos fríos, insensibles e inhumanos de la vejez." (Las almas muertas, N. V. Gógol)

martes, 30 de septiembre de 2014

LMM - Cambios (con cambios)

"¿Qué es (*)? Un misterio sin realidad propia y omnipotente. Es una condición del mundo de los fenómenos, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y su movimiento. Pero ¿habría (*) si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese (*)? ¡Es inútil preguntar! ¿Es (*) función del espacio? ¿O es lo contrario? ¿Son ambos una misma cosa? ¡Es inútil continuar preguntando! (*) es activo, produce. ¿Qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquí no es el allí, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento. Pero como el movimiento por el cual se mide (*) es circular y se cierra sobre sí mismo, ese movimiento y ese cambio se podrían calificar perfectamente de reposo e inmovilidad. El entonces se repite sin cesar en el ahora, y el allá se repite en el aquí."

lunes, 29 de septiembre de 2014

Como fui en otro tiempo, así soy ahora... (A. Pushkin)

Como fui en otro tiempo, así soy ahora,
descuidado, amoroso. Bien sabéis, mis amigos,
si puedo una belleza mirar sin conmoverme,
sin tímida ternura, sin emoción secreta.
¿Jugó poco el amor, acaso, en mi existencia?
¿Bastante no luché cual joven gerifalte
en la red traicionera tendida por la Cipria?
Pero aún no escarmentado por centenas de ofensas, 
ante otros nuevos ídolos elevo mis plegarias...

domingo, 28 de septiembre de 2014

Murmullos del bosque

Susurraba el bosque...
Siempre se oía en él un murmullo acompasado, que se prolongaba como el eco de una campana remota, y tranquilo como una tonada apacible, o como un nebuloso recuerdo del pasado. Susurraba siempre porque era un bosque viejo y agreste, donde no habían penetrado todavía la sierra ni el hacha del leñador.
Enormes pinos centenarios de robustos troncos rojizos, se erguían como un ejército en formación, y sus verdes copas se unían estrechamente. Abajo dominaba el silencio y un fuerte olor a resina. Por entre la espesa alfombra de agujas de pino que cubría la tierra, se abrían paso exuberantes helechos que exhibían sus caprichosos flecos completamente inmóviles, sin balancear una sola hoja. En los lugares húmedos, se encontraban hierbas de largos tallos. El trébol blanco inclinaba su pesada cabeza con una dulce languidez. Y arriba se escuchaba, como un suspiro apagado, el murmullo del bosque, incesante, infinito.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Carlota en Weimar

"Se podría objetar que el honor del hombre consiste en vivir su vida propia y cuidarse de su propia causa, por modesta que sea; pero el destino me ha enseñado que existe un honor amargo y un honor suave; yo he escogido virilmente el amargo, hasta donde puede escoger el hombre, ¿no es verdad?, ya que la fatalidad no decide en su lugar sin dejarle la facultad de escoger. Con toda seguridad, hace falta un gran tacto en la vida para acomodarse a las disposiciones del destino (para pactar en cierto modo con él, si me atrevo a expresarme así), y atenerse a un compromiso entre el honor amargo y el suave, al cual nuestra nostalgia y nuestra ambición aspiran sin cesar."

viernes, 12 de septiembre de 2014

Senescencia

Las fotos de papá y mamá cuando eran jóvenes y no existíamos: "papá y mamá". Intentar no pestañear. El oscilar del título de una película. Cuando chiquito: "Si me saco los mocos y los junto en un frasco, ¿cuántos frascos puedo llenar?". Estar en casa de la abuela y ponerse dedales en todos los dedos. Que el vello se vuelva rubicundo en verano, con la piel morena, cuando la luz lo alcanza de soslayo. Leer un libro de encuadernación cosida y alcanzar las páginas en que los hilos se perciben. Las flores perladas al comienzo de la mañana. Hurgar en librerías durante una tarde de lluvia. Pensar en qué sucedería si pudiéramos vernos a nosotros mismos, como todos nos ven, desenvolviéndonos naturalmente en la vida. Apretar los párpados con fuerza y tener caleidoscopios por ojos. Hacerse el dormido al lado de alguien y sentir los sonidos de su propio silencio. Ver naranja cuando cerramos los ojos mirando al sol. Descubrirse un nuevo lunar. Desear no morirnos; morirnos.

viernes, 22 de agosto de 2014

La primera Lady Chatterley (IV)

"(...) En efecto, a la tarde siguiente fueron juntos al bosque y ella se mostró enteramente feliz correteando de un lado a otro, para recoger flores que llevaba riendo a la silla de Clifford.
—"Eres todavía la inviolada novia del silencio" —dijo él recordando los versos de un poema favorito, mientras miraba con emoción las flores silvestres que había tomado en sus manos—. Estas flores de primavera siempre me hacen recordar ese poema. ¿No te sucede a ti lo mismo?
—Sí —respondió ella vagamente. Y añadió—: ¿Pero por qué violada?... ¡Es una palabra tan violenta!... Las flores, cuando sienten que se les acercan las abejas o pequeños insectos, para posarse sobre ellas, no se sienten violadas, ¿no te parece?
—Quizá no —dijo él—. ¡Qué lindas son! ¿verdad? ¡Mira esta violeta!... ¿Sabes, querida, que estoy convencido de que nadie amaría tanto las flores, de no haber escrito tantas cosas hermosas sobre ellas los poetas del mundo?
Ella pensó: ¿era cierto aquello? No: solamente lo era a medias. Las bellas frases de los poetas abrían, sí, muchas puertas, pequeñas y extrañas puertas, a las flores. Pero una vez que se pasaba de la puerta del poeta, las flores eran mudas y hermosas por sí mismas."

martes, 12 de agosto de 2014

Seven daffodils

I may not have mansion, I haven't any land
Not even a paper dollar to crinkle in my hands
But I can show you morning on a thousand hills
And kiss you and give you seven daffodils.

I do not have a fortune to buy you pretty things
But I can weave you moonbeams for necklaces and rings
And I can show you morning on a thousand hills
And kiss you and give you seven daffodils.

Oh, seven golden daffodils all shining in the sun
To light our way to evening when our day is done
And I will give music and a crust of bread
And a pillow of piny boughs to rest your head.

A pillow of piny boughs to rest your head...

lunes, 11 de agosto de 2014

MDXVII

Deposita en mí
la grandeza de los astros,
los registros del silencio
y el preludio,
ese bullicio
del tiempo
del tiempo previo al mundo.

Concédeme aún más
con el color
de tus sonidos,
en este afán
de comprender
la extensión,
la extensión
de
mi extensión.

MCMXXVIII

Quiero referirme a esos momento en que el ensamble de todo lo que está en nosotros se vuelve perfecto, todas las partes logran concertarse en una y adquieren una categoría nobilísima. Ante un caso de ésta índole ya nadie vive en el mundo mas que uno mismo: se tienta el sujeto ante una ciudad vacía y hueca por la cual puede transitar y recoger los gestos de si mismo, reflejos sobre las superficies brillantes.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Hiroshima Child (N. Hikmet)

I come and stand at every door 
But none can hear my silent tread 
I knock and yet remain unseen 
For I am dead for I am dead 

I'm only seven though I died 
In Hiroshima long ago 
I'm seven now as I was then 
When children die they do not grow 

My hair was scorched by swirling flame 
My eyes grew dim my eyes grew blind 
Death came and turned my bones to dust 
And that was scattered by the wind 

I need no fruit I need no rice 
I need no sweets nor even bread 
I ask for nothing for myself 
For I am dead for I am dead 

All that I need is that for peace 
You fight today you fight today 
So that the children of this world 
Can live and grow and laugh and play 

domingo, 3 de agosto de 2014

I dreamed this dream and I still dream of it (A. Tarkovsky)

I dreamed this dream and I still dream of it
and I will dream of it sometime again.
Everything repeats itself and everything will be reincarnated,
and my dreams will be your dreams.
There, to one side of us, to one side of the world
wave after wave breaks on the shore:
there’s a star on the wave, and a man, and a bird,
reality and dreams and death – wave after wave.
Dates are irrelevant. I was, I am, I will be.
Life is a miracle of miracles, and I kneel
before the miracle alone like an orphan,
alone in the mirrors, enclosed in reflections,
seas and towns, shining brightly through the smoke.
A mother cries and takes her baby on her knee.

sábado, 2 de agosto de 2014

El espíritu del mundo (P. B. Shelley)

En lo hondo, muy lejos del borrascoso camino
que la carroza seguía, tranquilo como un infante en el sueño,
yacía majestuoso, el océano.
Su vasto espejo silente ofrecía a los ojos
luceros al declinar, ya muy pálidos,
la estela ardiente del carro
y la luz gris de cuando el día amanece,
tiñendo las nubes, a modo de leves vellones,
que entre sus pliegues al alba niña acunaban.
Parecía volar la carroza
a través de un abismo, de un cóncavo inmenso,
con un millón de constelaciones radiante, teñido
de colores sin fin
y ceñido de un semicírculo
que llameaba incesantes meteoros.

Al acercarse a su meta,
más veloces aún parecían las sombras aladas.
No se columbraba ya el mar; y la tierra
parecía una vasta esfera de sombra, flotando
en la negra sima del cielo,
con el orbe sin nubes del sol,
cuyos rayos de rápida luz
dividíanse, al paso, más veloz todavía, de aquella carroza
y caían, como en el mar los penachos de espuma
que lanzan las ondas hirvientes
ante la proa que avanza.

Y la encantada carroza su ruta seguía.
Orbe distante, la tierra era ya
el luminar más menudo que titila en los cielos,
y en tanto, en la senda del carro,
vastamente rodaban sistemas innúmeros
y orbes sin cuento esparcían,
siempre cambiante, su gloria.
¡Maravillosa visión! Eran curvos algunos, al modo de cuernos,
y como la luna en creciente de plata, pendían
en la bóveda oscura del cielo; esparcían
otros un rayo tenue y claro, así Héspero cuando en el mar
brilla aún el Poniente, apagándose; más allá se arrojaban
otros contra la noche, con colas de trémulo fuego,
como esferas que a la ruina, a la muerte caminan;
como luceros brillaban algunos, pero, al pasar la carroza,
palidecía toda otra luz...

lunes, 28 de julio de 2014

La invitada. Segunda parte, VIII

"—¿Por qué sonríe? —preguntó Gerbert.
—Por nada.
Empezaron a temblarle los labios; había deseado esa pregunta con toda su alma y ahora tenía
miedo.
—¿Ha pensado algo? —dijo Gerbert.
—No. No era nada.
Bruscamente los ojos se le llenaron de lágrimas; tenía los nervios agotados. Ahora había avanzado demasiado; el mismo Gerbert la obligaría a hablar, y quizás esa amistad tan agradable que había entre ellos iba a quedar destruida para siempre.
—Por otra parte, sé muy bien lo que ha pensado —dijo Gerbert en tono de desafío.
—¿Qué era?
Gerbert tuvo un gesto altanero:
—No lo diré.
—Dígalo y yo le diré si era eso.
—No, dígalo usted primero.
Por un instante se miraron como dos enemigos. Francisca hizo el vacío en ella y por fin las palabras cruzaron sus labios.
—Me reía preguntándome qué cara pondría usted, a quien no le gustan las complicaciones, si le propusiera acostarse conmigo.
—Creí que pensaba que yo tenía ganas de besarla y que no me atrevía —dijo Gerbert.
—Nunca se me ocurrió que usted tuviera ganas de besarme —dijo Francisca con altura. Hubo un silencio, le zumbaban las sienes. Ahora ya estaba, había hablado—. Y bueno, conteste, ¿qué cara
pondría?
Gerbert se acurrucó en sí mismo, no le quitaba a Francisca los ojos de encima y toda su cara se había puesto a la defensiva.
—No es que no me gustara. Pero me intimidaría demasiado.
Francisca recuperó el aliento y logró sonreír amablemente.
—Está hábilmente contestado —dijo. Terminó de afirmarse la voz—. Tiene razón, sería artificial y molesto.
Tendió la mano hacia la linterna. Había que apagar lo antes posible y refugiarse en la oscuridad; iba a llorar mucho, pero, al menos, no arrastraría esa obsesión tras ella. Lo único que temía era que, por la mañana, el despertar fuera incómodo.
—Buenas noches —dijo.
Gerbert la miraba obstinadamente con un aire huraño e incierto.
—Yo estaba convencido de que antes de salir de viaje había apostado con Labrousse que yo iba a tratar de besarla. La mano de Francisca volvió a caer.
—No soy tan fatua —dijo—. Sé muy bien que me toma por un hombre.
—No es verdad —dijo Gerbert. Su impulso se cortó de golpe y de nuevo una sombra desconfiada pasó por su rostro—. Me causaría horror ser en su vida lo que son las Canzetti para Labrousse.
Francisca vaciló.
—¿Quiere decir, tener conmigo un lío que yo tomara a la ligera?
—Sí.
—Pero yo nunca tomo nada a la ligera. Gerbert la miró vacilando.
—Creí que se había dado cuenta y que la divertía.
—¿De qué?
—De que yo tenía ganas de besarla: la otra noche en el granero y ayer a orillas del arroyo. —Se retrajo todavía más y dijo con una especie de ira—: Yo había decidido que al volver a París la besaría en el andén de la estación. Pero pensaba que usted se me reiría en la cara.
—¡Yo! —dijo Francisca. Ahora lo que le incendiaba las mejillas era la alegría.
—De lo contrario, ya lo hubiera querido un montón de veces. Me gustaría besarla.
Seguía envuelto en su manta con aire acosado. Francisca midió con la mirada la distancia que le separaba de ella y tomó impulso.
—Y bien, hágalo, Gerbert, tontuelo —dijo tendiendo la boca.
Algunos instantes después, Francisca tocaba con una precaución asombrada ese joven cuerpo liso y duro que durante tanto tiempo le había parecido intocable. Esta vez no soñaba; era verdad que lo tenía despierto, apretado contra ella. La mano de Gerbert le acariciaba la espalda, la nuca, se posó sobre su cabeza y ahí se detuvo.
—Me gusta la forma de su cráneo —murmuró, y agregó con una voz que ella no le conocía—: Me parece raro besarla.
La linterna se había apagado, el viento continuaba soplando con rabia y el cristal roto dejaba pasar un soplo frío. Francisca puso su mejilla contra el hombro de Gerbert; abandonada contra él, distendida, no sentía ninguna molestia de hablarle.
—¿Sabe? —dijo—. No solamente por sensualidad tenía ganas de estar entre sus brazos; era sobre
todo por ternura.
—¿De veras? —dijo Gerbert en tono alegre.
—Por supuesto. ¿Nunca sintió la ternura que usted me inspiraba?
Los dedos de Gerbert se crisparon sobre su hombro.
—Eso me alegra, eso me alegra verdaderamente.
—¿Pero no saltaba a la vista?
—No —dijo Gerbert—. Era seca corno un palo. Y hasta me resultaba penoso verla mirar a Labrousse o a Javiera de cierto modo; me decía que conmigo nunca tendría esas expresiones.
—Era usted quien me hablaba duramente —replicó Francisca. Gerbert se acurrucó contra ella.
—Sin embargo, siempre la he querido mucho —dijo—. Hasta demasiado.
—Lo ocultaba muy bien —dijo Francisca. Colocó sus labios sobre los párpados de largas pestañas—. La primera vez que tuve ganas de tomar esta cabeza, así, entre mis manos, fue en mi despacho, la víspera de la llegada de Pedro. ¿Se acuerda? Usted dormía sobre mi hombro, no se ocupaba de mí, pero yo, sin embargo, estaba contenta de saberlo allí.
—Oh, estaba un poco despierto —dijo Gerbert—. Me gustaba también sentirla contra mí, pero creía que me prestaba su hombro como me hubiera prestado un almohadón —agregó con aire
asombrado.
—Se equivocaba —dijo Francisca. Pasó la mano por el suave pelo negro—. Y, sabe, ese sueño que le conté el otro día en el granero, cuando usted me decía: «Pero no, no es un sueño, sería demasiado tonto si no fuera verdad...» Le mentí, no temía despertar porque no paseábamos por Nueva York. Era porque estaba entre sus brazos lo mismo que en este momento.
—¿Es posible? —dijo Gerbert. Bajó la voz—. Tenía tanto miedo por la mañana de que usted sospechara que yo no había dormido; había estado fingiendo para poder estrecharla contra mí. Era deshonesto, ¡pero tenía tantas ganas!
—Y bien, estaba muy lejos de suponerlo —Francisca se echó a reír—. Hubiéramos podido jugar mucho tiempo al escondite. Hice bien en echarme groseramente sobre usted.
—¿Usted? Usted no se echó nada, no quería decirme ni una palabra.
—¿Pretende que gracias a usted hemos llegado a esto?
—Yo hice tanto como usted. Dejé la linterna encendida y mantuve la conversación para impedir que se durmiera.
—¡Qué osadía! Si supiera con qué aire me miró durante la comida, cuando intenté un débil acercamiento.
—Creía que empezaba a estar borracha.
Francisca oprimió su mejilla contra la suya.
—Estoy contenta de no haberme descorazonado.
—Yo también estoy contento.
El posó sobre su boca sus labios calientes y ella sintió que su cuerpo se pegaba estrechamente al  suyo."

sábado, 26 de julio de 2014

Asfódelos

Odisea (Homero)

Canto XI
Canto XXIV, Segunda invocación a los muertos.

Las piedras de Ariadna (Albert Camus, 1939)

"(...) Pero Orán tiene también sus desiertos de arena: playas salvajes a unos veinte kilómetros de la ciudad. Antes de llegar a ellas se encuentran otras, muy cerca de los puertos, pero únicamente solitarias en invierno y en primavera. Son entonces planicies cubiertas de asfódelos, pobladas de pequeñas villas desnudas, en medio de las flores. El mar gruñe un poco, más abajo. Pero el sol, el viento ligero, la blancura de los asfódelos, el azul ya crudo del cielo, todo permite imaginar el verano, la juventud dorada que cubre entonces la playa, las largas horas sobre la arena y la dulzura súbita de las tardes. Cada año, en esas orillas, hay una nueva cosecha de mujeres-flores. Aparentemente tienen una sola estación. Al año siguiente, otras corolas ardientes, que el año anterior era aún chiquillas de cuerpos duros como brotes, las reemplazan. A las once de la mañana. toda esa carne joven, apenas vestida con telas abigarradas, bajando de la meseta, rompe sobre la arena como una ola multicolor."

Almas de flores (Elizabeth Barrett Browning)

Nos quedamos contigo, rezagadas,
las últimas de aquella muchedumbre,
como voz de quien canta
y sus propias canciones le enamoran.
Somos perfume y alma
de la flor y el capullo.
Tus pensamientos nos llevamos, cuando
nuestro aliento respiras,
hacia los amarantos de esplendores,
que en las colinas arden,
hacia tiernas campanas de los lirios
y grises heliotropos;
hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan
tal aliento de sueño y tal sonrojo,
que, al cruzarlas, los ángeles
habrán de parecerte más blancos todavía;
hacia el sesgo del río, de ajo silvestre orlado,
donde te solazaste un día entero,
hasta que tu sonrisa trocábase en devota
y el rezo florecía;
hacia la rosa oculta en el boscaje,
que vertía sus gotas de rocío en tu sueño;
y hacia aquellos asfódelos floridos
donde tu paso hundiste.
Tiramos de tu ropa
y tu pelo alisamos;
desfallecemos entre nuestras quejas
y sufrimos, perdidas por los aires.


Himnos a la noche (IV)

Camino al otro lado,
y sé que cada pena
va a ser el aguijón
de un placer infinito.
Todavía algún tiempo,
y seré liberado,
yaceré embriagado
en brazo el Amor.
La vida infinita
bulle dentro de mí:
de lo alto yo miro,
me asomo hacia ti.
En aquella colina
tu brillo palidece,
y un sombra te ofrece
una fresca corona.
¡Oh, Bienamada!, aspira
mi ser todo hacia ti;
así podré amar,
así podré morir.
Ya siento de la muerte
olas de juventud:
en bálsamo y en éter
mi sangre se convierte.
Vivo durante el día
lleno de fe y valor,
y por la noche muero
presa de un santo ardor.

jueves, 24 de julio de 2014

Los cuadernos de Malte... (30/07/13)

"Fuera, muchas cosas se han transformado. No sé cómo. Por dentro, ante ti, Dios mío, dentro, ante ti. Espectador: ¿no estamos sin acción? Nos damos bien cuenta de que nos sabemos el papel, buscamos un espejo, querríamos despintarnos, renunciar a toda simulación, y ser sinceros. Pero en alguna parte queda aún sobre nosotros un resto de disfraz que olvidamos. Una huella de exageración permanece en nuestras cejas, no nos damos cuenta de que las comisuras de nuestros labios están replegadas. Y vamos y venimos así, burlones, y siendo nosotros mismos a medias, ni seres reales ni actores."


Summer interlude (Ingmar Bergman, 1951)



















Elisa, vida mía (Carlos Saura, 1977)

sábado, 19 de julio de 2014

Marionettes (C. K. Norwid)

Wouldn't you be bored when a million
Silent stars shine around the world,
Each cluster sparkling in a different mould,
All stillyet flying?...

And still the earth—the aeons vast,
And those living at this hour
Of whom not a bone will last,
Though men will be as now...

Wouldn't you be bored on a stage
So amateurish and small,
Where everyone's Ideals rage
And the show is paid with life?

Truly, how is one to kille the time,
I am most sincerely bored;
What remedy, Madam, should I explore,
Shall I write prose or rhyme?

Or write nothing... just sit in the sun
Absorbed in that fine romance:
Composed by the Flood upon grains of sand,
Doubtless for the amusement of man (!)

Or better still—I know a braver way
Against this damned ennui:
Forget people, make calls on persons,
Wear a neatly fastened tie!...