lunes, 30 de junio de 2014

Un cuarto propio: V

"[...] A Cleopatra no le gustaba Octavia. ¡Y qué profundamente distinta habría sido Antonio y Cleopatra si le hubiera gustado! Tal como está escrita -pensé, permitiendo que mi mente se apartase de La aventura de la vida, me temo- todo el asunto está simplificado, convencionalizado, me atrevería a decir, absurdamente. Lo único que Cleopatra siente por Octavia son celos. ¿Es más alta que yo? ¿Cómo se peina? Tal vez la obra no exigía más. Pero qué interesante hubiera sido si la relación entre las dos mujeres hubiese sido más compleja. Todas las relaciones entre mujeres, pensé recordando rápidamente la espléndida galería de personajes femeninos, son tan sencillas. Se han dejado tantas cosas afuera, sin intentar, Y traté de recordar entre mis lecturas algún caso en que dos mujeres estuvieran presentadas como amigas. Hay un intento de ellos en Diana of the Crossways. Hay confidentes, por supuesto, en Racine y en las tragedias griegas. Hay de vez en cuando madres e hijas. Pero casi sin excepción las mujeres son mostradas en su relación con los hombres. [...]"

Cartas: Simone a Jean-Paul

Querido pequeño ser:

Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Una noche lluviosa, en una granja de Tignes, estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno del otro y nos estuvimos observando más de una hora, alargando con diversos pretextos el momento de ir a dormir. Al final me puse a reír tontamente mirándolo y él me dijo: "¿De que se ríe?". Y le contesté: "Me estaba preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse conmigo". Y replicó: "Yo estaba pensando que usted pensaba que tenía ganas de besarla y no me atrevía". Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo.

Te beso tiernamente,
tu Castor.

Los hombres huecos (T. S. Eliot)

Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos
Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso-
No como almas perdidas y violentas 
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.

miércoles, 25 de junio de 2014

El reverso de la luz (LÁZLO KÁLNOKY)

Jirones azulosos de viento cansado,
monotonía de ademanes rígidos.
Roído de polillas, un rostro naufraga
en los grises enjuagues del ocaso.

Un ruido casi imperceptible:
la caída de un ramo en la memoria.

Una terraza; hierbas amarillas
Crecen sobre la gran mesa de piedra.
Se cenó aquí una vez, quien lo creyera,
se partieron los panes quejumbrosos.

Sombras enjutas, magras, aquí pasan,
imágenes de muertos ha mucho se deslizan
ignorando las manos que se tienden.

Si al fin llegara una de ellas,
y en sus cabellos, estrellas fugaces
y en su mirada ejércitos murieran,
lo oscuro de su huella

sería el reverso de la luz que escapa.

jueves, 19 de junio de 2014

Identidad (André Schmitz)

Afirmo por mi honor
que nada tengo que ver
conmigo mismo.

No soy propietario
del cuerpo donde resido.

Estos ojos enfocados día y noche
hacia extraños pájaros
y fascinados por la belleza del mundo
no son las ventanas de mi casa.

Allá donde estoy, lo que soy
no es mi patria.

Soy el hijo de un niño que no
ha nacido aún,
el esposo salvaje de una mujer que atravieso
y no me pertenece.

Una muchacha en alguna parte intenta aún
ser mi madre.

miércoles, 4 de junio de 2014

Insomnio II - Monet (inconcluso)

Las transformaciones que sufre un simple árbol de cerezo en lo instantáneo de las estaciones me han quitado el sueño a lo largo de estos años. Un caso en representación de tantos otros menos claros para mí, pero con el mismo fulgor y convicción. Florecido y carente de hojas, en la máxima lozanía del follaje y sin flores, o en el peor de los casos despojado de hojas y flores, en Rusia o en China, sigue siendo a pesar de todo ¡un árbol de cerezo! ¿Qué es entonces lo que queda cuando el tiempo se vuelve infinito y el espacio se vuelve inmenso?
¿Por qué me tortura la idea de que cierto sujeto pudo haber alcanzado la forma perfecta y acabada de un cuerpo, tal y como el entendimiento lo concibe?. Y mi propia duda se desglosa en otras cuestiones particulares que soy incapaz de formular.
Por una parte, sobre ese cuerpo y ese sujeto. De acuerdo a como ha obrado al pintar de día, de noche o bajo la trémula puesta del sol; al pintar así, independientemente de las musas del Montparnasse (evoco así a un ruso también) y acudiendo a los cuadros en series sucesivas e inacabables, ese Monet del mundo ha dado en fijar para siempre en mí el concepto de lo que una idea es, aunque el alcanzarla o siquiera rozarla con un milímetro de mi extensión supone una de las empresas más dificultosas.
En ese afán metódico de representar la naturaleza que se ofreció a sus ojos, lo que permanece y constituye la esencia misma ha surgido para él con un brillo extremo, al punto que ese sol radiante ofusca la visión y el camino de mis propios pensamientos. Aún así, me pregunto qué es lo que surgiría de superponer toda la infinita serie de cuadros, compilarlos en una unidad total que represente el teatro de la naturaleza. 
Estoy seguro que en ese ejercicio que a menudo intento, algún día lograré independizarme del eje temporal y del espacio asociado a cada nenúfar. Los días y las horas del año se atomizarán por completo, el universo adquirirá tantas dimensiones como estrellas cubren el vasto cielo. Bajo esas condiciones me encontraré seguramente flotando en lo inmanente, seré capaz de capturar la idea máxima, el concepto, el espíritu mismo. Una hazaña, considerando lo que supone nadar en el proceloso mar que es la existencia.
Ahora bien, con la misma claridad serena con que distingo ese mundo de posibilidades que inspiran los más profundos sentimientos de mi alma, más translúcido es para mi entendimiento que ese nenúfar, esa idea en extremo bella, no se encuentra todavía asequible a mis sentidos. Quizá peco cuando considero que se deba a que en este mundo vemos sin mirar u oímos sin escuchar;por otro lado me reconforta considerar que no es debido a la falta de facultades en nosotros como humanos, sino al vicio inherente a las mismas que hemos heredado de tiempos remotos.