viernes, 22 de agosto de 2014

La primera Lady Chatterley (IV)

"(...) En efecto, a la tarde siguiente fueron juntos al bosque y ella se mostró enteramente feliz correteando de un lado a otro, para recoger flores que llevaba riendo a la silla de Clifford.
—"Eres todavía la inviolada novia del silencio" —dijo él recordando los versos de un poema favorito, mientras miraba con emoción las flores silvestres que había tomado en sus manos—. Estas flores de primavera siempre me hacen recordar ese poema. ¿No te sucede a ti lo mismo?
—Sí —respondió ella vagamente. Y añadió—: ¿Pero por qué violada?... ¡Es una palabra tan violenta!... Las flores, cuando sienten que se les acercan las abejas o pequeños insectos, para posarse sobre ellas, no se sienten violadas, ¿no te parece?
—Quizá no —dijo él—. ¡Qué lindas son! ¿verdad? ¡Mira esta violeta!... ¿Sabes, querida, que estoy convencido de que nadie amaría tanto las flores, de no haber escrito tantas cosas hermosas sobre ellas los poetas del mundo?
Ella pensó: ¿era cierto aquello? No: solamente lo era a medias. Las bellas frases de los poetas abrían, sí, muchas puertas, pequeñas y extrañas puertas, a las flores. Pero una vez que se pasaba de la puerta del poeta, las flores eran mudas y hermosas por sí mismas."

martes, 12 de agosto de 2014

Seven daffodils

I may not have mansion, I haven't any land
Not even a paper dollar to crinkle in my hands
But I can show you morning on a thousand hills
And kiss you and give you seven daffodils.

I do not have a fortune to buy you pretty things
But I can weave you moonbeams for necklaces and rings
And I can show you morning on a thousand hills
And kiss you and give you seven daffodils.

Oh, seven golden daffodils all shining in the sun
To light our way to evening when our day is done
And I will give music and a crust of bread
And a pillow of piny boughs to rest your head.

A pillow of piny boughs to rest your head...

lunes, 11 de agosto de 2014

MDXVII

Deposita en mí
la grandeza de los astros,
los registros del silencio
y el preludio,
ese bullicio
del tiempo
del tiempo previo al mundo.

Concédeme aún más
con el color
de tus sonidos,
en este afán
de comprender
la extensión,
la extensión
de
mi extensión.

MCMXXVIII

Quiero referirme a esos momento en que el ensamble de todo lo que está en nosotros se vuelve perfecto, todas las partes logran concertarse en una y adquieren una categoría nobilísima. Ante un caso de ésta índole ya nadie vive en el mundo mas que uno mismo: se tienta el sujeto ante una ciudad vacía y hueca por la cual puede transitar y recoger los gestos de si mismo, reflejos sobre las superficies brillantes.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Hiroshima Child (N. Hikmet)

I come and stand at every door 
But none can hear my silent tread 
I knock and yet remain unseen 
For I am dead for I am dead 

I'm only seven though I died 
In Hiroshima long ago 
I'm seven now as I was then 
When children die they do not grow 

My hair was scorched by swirling flame 
My eyes grew dim my eyes grew blind 
Death came and turned my bones to dust 
And that was scattered by the wind 

I need no fruit I need no rice 
I need no sweets nor even bread 
I ask for nothing for myself 
For I am dead for I am dead 

All that I need is that for peace 
You fight today you fight today 
So that the children of this world 
Can live and grow and laugh and play 

domingo, 3 de agosto de 2014

I dreamed this dream and I still dream of it (A. Tarkovsky)

I dreamed this dream and I still dream of it
and I will dream of it sometime again.
Everything repeats itself and everything will be reincarnated,
and my dreams will be your dreams.
There, to one side of us, to one side of the world
wave after wave breaks on the shore:
there’s a star on the wave, and a man, and a bird,
reality and dreams and death – wave after wave.
Dates are irrelevant. I was, I am, I will be.
Life is a miracle of miracles, and I kneel
before the miracle alone like an orphan,
alone in the mirrors, enclosed in reflections,
seas and towns, shining brightly through the smoke.
A mother cries and takes her baby on her knee.

sábado, 2 de agosto de 2014

El espíritu del mundo (P. B. Shelley)

En lo hondo, muy lejos del borrascoso camino
que la carroza seguía, tranquilo como un infante en el sueño,
yacía majestuoso, el océano.
Su vasto espejo silente ofrecía a los ojos
luceros al declinar, ya muy pálidos,
la estela ardiente del carro
y la luz gris de cuando el día amanece,
tiñendo las nubes, a modo de leves vellones,
que entre sus pliegues al alba niña acunaban.
Parecía volar la carroza
a través de un abismo, de un cóncavo inmenso,
con un millón de constelaciones radiante, teñido
de colores sin fin
y ceñido de un semicírculo
que llameaba incesantes meteoros.

Al acercarse a su meta,
más veloces aún parecían las sombras aladas.
No se columbraba ya el mar; y la tierra
parecía una vasta esfera de sombra, flotando
en la negra sima del cielo,
con el orbe sin nubes del sol,
cuyos rayos de rápida luz
dividíanse, al paso, más veloz todavía, de aquella carroza
y caían, como en el mar los penachos de espuma
que lanzan las ondas hirvientes
ante la proa que avanza.

Y la encantada carroza su ruta seguía.
Orbe distante, la tierra era ya
el luminar más menudo que titila en los cielos,
y en tanto, en la senda del carro,
vastamente rodaban sistemas innúmeros
y orbes sin cuento esparcían,
siempre cambiante, su gloria.
¡Maravillosa visión! Eran curvos algunos, al modo de cuernos,
y como la luna en creciente de plata, pendían
en la bóveda oscura del cielo; esparcían
otros un rayo tenue y claro, así Héspero cuando en el mar
brilla aún el Poniente, apagándose; más allá se arrojaban
otros contra la noche, con colas de trémulo fuego,
como esferas que a la ruina, a la muerte caminan;
como luceros brillaban algunos, pero, al pasar la carroza,
palidecía toda otra luz...