martes, 23 de mayo de 2017

La plenitud de la vida (S. de Beauvoir, 1960) - ¿Cómo es posible que ningún libro me haya descrito nunca su crueldad?

"Cuando conocí a Sartre creí que todo estaba ganado; junto a él podía dejar de encontrarme a mí misma; ahora me decía que esperar la salvación de alguna otra persona que no sea uno mismo es el medio más seguro de correr a la pérdida.
Pero, en verdad ¿por qué esos remordimientos, esos terrores? Yo no era por cierto una militante del feminismo; no tenía ninguna teoría respecto a los derechos y a los deberes de la mujer; asícomo antes me negaba a ser definida como "una chica" ahora no me veía como "una mujer"; era yo. Sobre ese plano me sentía en falta. La idea de la salvación había sobrevivido en mí a la desaparición de Dios y la primera de mis convicciones era que cada cual debía ocuparse personalmente de la suya. La contradicción que sufrí no era de orden social, sino moral y casi religioso. Aceptar vivir como un ser secundario, un ser "relativo", habría sido rebajarme como criatura humana; todo mi pasada se sublevaba contra esa degradación"

"(...) No hubiera podido explicar por qué, pero la idea de una distancia entre las emociones de mi cuerpo y mis decisiones me asustaba. Y precisamente ese divorcio ocurrió. Mi cuerpo tenía caprichos y yo era incapaz de contenerlos; su violencia sumergía todas mis defensas. Descubrí que el ansia, cuando ataca la carne, no es simplemente una nostalgia, sino un dolor; desde la raíz de mi pelo a la planta de mis pies, tejía sobre mi piel una túnica envenenada. Yo aborrecía sufrir; aborrecía mi complicidad con ese sufrimiento que nacía de mi sangre y hasta llegué a aborrecer el susurro de mi sangre en mis venas. En el subterráneo, por la mañana, todavía embotada por la noche miraba a la gente y me preguntaba ¿Cómo es posible que ningún libro me haya descrito nunca su crueldad? Poco a poco la túnica se deshacía, encontraba contra mis párpados la frescura del aire. Pero de noche la obsesión se despertaba, millares de hormigas corrían por mi boca; en los espejos yo estallaba de salud y un mal secreto pudría mis huesos."